La Quête du temps
Una creación única, forjada por la excelencia en ingeniería, los oficios extraordinarios y la innovación musical.
Más que un reloj, La Quête du Temps es una proeza de la Alta Relojería y de la maestría mecánica: 23 complicaciones, un calibre de 2370 piezas, 15 patentes registradas y un autómata con 144 gestos. Esta odisea reunió a los maestros relojeros de Vacheron Constantin, así como a François Junod —reconocido como el mayor experto en autómatas del mundo—, astrónomos, artesanos, y el compositor Woodkid, con un savoir-faire colectivo que rara vez se ve en una sola creación.
Una proeza de la ingeniería
Una aventura con siete años de trabajo
Esta creación comprime milenios de fascinación humana por el movimiento del cielo en una única obra maestra de la relojería. Su fase lunar de precisión es una maravilla que supone un paso más allá con respecto a los planetarios clásicos. Y, aunque los autómatas han sido documentados desde Vitruvio (el siglo I a.C.), el Astronomer de Vacheron Constantin es el primer mecanismo integrado directamente en el movimiento.
Una proeza de la ingeniería
Una odisea técnica
La pieza central de La Quête du Temps es su reloj astronómico, que presenta dos esferas y nada menos que 23 complicaciones. Entre ellas, figura un calendario perpetuo, una indicación del tiempo sideral, indicadores retrógrados para las horas de salida y puesta del sol, así como seguimiento de las constelaciones en tiempo real y una fase lunar de precisión en 3D. La indicación de las 24 horas es una hazaña por derecho propio, con un sistema de rodamiento de bolas que garantiza que el lado grabado esté siempre visible durante todo el año. La potencia necesaria para esta elaborada danza se muestra a través del indicador de reserva de marcha birretrógrado de 15 días en la esfera frontal.


Una proeza de la ingeniería
El corazón palpitante de la complejidad
El Calibre 9270 que impulsa estas distinguidas complicaciones es una obra de arte de la ingeniería, tanto monumental como innovadora. A título indicativo, se necesitan nada menos que cinco barriletes para alimentar el movimiento, cuyo tourbillon cuenta con una barra de fijación de 43,3 mm, más del doble de la escala de un tourbillon de reloj de pulsera. Por primera vez en la relojería, el autómata se convierte en una complicación funcional integrada en el sistema de cronometraje del reloj. Este calibre también incorpora una configuración de doble escape y múltiples indicadores retrógrados coaxiales desarrollados para apoyar las indicaciones superpuestas y orquestrar los 144 gestos del autómata con precisión absoluta.
Una proeza de la ingeniería
La luna retrógrada en 3D: precisión en órbita

Una de las complicaciones más sorprendentes del reloj es la complicación de fase lunar en 3D, que destaca por su precisión sin necesidad de corrección durante 110 años. Compuesta por dos esferas concéntricas, la luna orbita con su propio barrilete y tren de engranajes, completando sus fases lunares en un arco ante la figura central, con un mecanismo retrógrado patentado que devuelve con elegancia al satélite a su posición inicial al final de cada ciclo, lo que supone un nuevo hito en la relojería astronómica.

Una proeza de la ingeniería
Presentamos el Astronomer

La elegante figura del Astronomer evoca los autómatas del Renacimiento y la Ilustración. El autómata también es un digno heredero en materia de innovación.
Los 3923 componentes que forman el mecanismo se accionan gracias a un barrilete específico, pero el autómata se integra por primera vez en el movimiento, para indicar las horas y los minutos. Se realizó una investigación exhaustiva para garantizar que los 144 gestos naturales que realiza sean naturales y se sincronicen a la perfección con las composiciones musicales de Woodkid.












EL ARTE DE LA MECÁNICA
Métiers d’Art en diálogo con la relojería
La Quête du Temps es tanto una obra de artesanía como de ingeniería. Cada superficie, cada textura, cada detalle es el resultado de una extraordinaria labor artesanal, gracias al legado centenario de las artes decorativas, reinterpretadas para una creación del siglo XXI.



EL ARTE DE LA MECÁNICA
Los oficios que materializan el tiempo

Grabado: constelaciones esculpidas a mano, signos del zodíaco y detalles del autómata en altorrelieve
Guilloché: motivos con efecto «rayos de sol» grabados bajo las indicaciones del tiempo
Esmaltado: esmalte Grand Feu en los anillos del calendario, con inscripciones multicolor

Engastado: más de 100 diamantes, incluidas piedras engastadas con forma de estrella en el autómata
Marquetería de piedra dura: cada piedra —lapislázuli, jaspe, azurita— ha sido elegida por su valor simbólico
Incrustación de nácar: nombres de planeta y estrellas en capas luminosas
Cristal de roca: cortado, pulido y ensamblado para formar la base transparente y los arcos celestes

Pintura en miniatura: las constelaciones de la cúpula, pintadas a mano alzada, en el reverso, sobre cristal curvado
Escultura de bronce y bañado en oro: el autómata se funde, graba y baña en oro como una joya
EL SONIDO COMO SAVOIR-FAIRE
Una partitura escrita por tiempo
Para sublimar la experiencia emocional del autómata, Vacheron Constantin invitó al compositor y director artístico Woodkid a crear tres secuencias musicales originales. Cada pieza acompaña una fase de la coreografía del autómata, desde el despertar hasta los gestos celestes, añadiendo ritmo, emoción y profundidad narrativa a cada movimiento.


EL SONIDO COMO SAVOIR-FAIRE
Dar voz a los materiales
En un dispositivo construido a medida compuesto por 534 piezas que combinan un metalófono y los tubos de resonancia wah-wah, se interpretan tres composiciones de Woodkid. Este instrumento fue inventado por François Junod en colaboración con el compositor precisamente para este fin, y los movimientos del autómata se coreografían con precisión para cada melodía. La «máquina musical», sin intervención electrónica, es un producto puro del savoir-faire mecánico.